lunes, junio 05, 2006

LA BALSA DE LA MEDUSA

Hoy no voy a hablar de las desgracias que nos acechan, de las injusticias que asolan el mundo ni del flúor que envenena nuestros fluidos vitales causándonos impotencia. Hoy hablaré de una mujer joven sentada en una maleta. Pasé ayer a su lado, y me sorprendió que estuviera ahí, ocupando la mitad de la pequeña acera, con un coche recalentado aparcado a un metro y su cara a la altura del retrovisor. A decir verdad, lo que más me impactó fue que estaba sentada junto a una papelera, tan cerquita que me corté de tirar un papel de propaganda porque parecía que se lo estuviera tirando a ella. Al cabo de media hora volví a pasar por ese lugar, y allí seguía, sentada sobre su maleta como un náufrago en medio de una mar en calma chicha. Como tenía pinta de guiri le pregunte en inglés si se había perdido, y me dijo que no, que estaba esperando. Le pregunte que si todo estaba OK y me dijo que sí, así que le desee suerte y seguí mi camino.

Lo que luego me estuvo rondando por la cabeza es cómo vería ella -desde un ángulo tan inusual y una procedencia desconocida- algo tan cotidiano para mí como esa plaza. Los habituales del lugar, la intensidad y el color de la luz del sur, el ruido de los coches, el vuelo lunático de cientos de golondrinas, la alcazaba trepando en silencio por la montaña. Cosas que dejan de verse de puro estar ahí siempre. Afortunadamente, a veces aparecen jóvenes sentadas a la deriva en una maleta, al lado de una papelera, que son como un botón de reset para nuestros sentidos. Entonces nuestros ojos pierden la prisa y empiezan de nuevo a ver.

Decía Tomas de Aquino -un gordo monje medieval cuya obra acabó pesando casi más kilos que él-, que había más ser en una mosca que en todos los tratados de los metafísicos. Parece que al final de su vida quiso quemar sus escritos a la voz de que no eran más que bobadas, y -desafortunadamente para él- los funcionarios de la razón se lo impidieron. Lo que hubiera disfrutado con la calurosa realidad de las llamas, una fiesta de chispas para un pez viejo que dejó de atormentarse preguntándose cómo sería y dónde estaría el mar.

2 Comments:

At 6:13 p. m., Anonymous Anónimo said...

muy bueno.Los niños pequeños, descubren un nuevo mundo a cada instante, disfrutan curioseando y se regodean con nimiedades para los que nos creemos avezados.La alteración de la monotonía es una creación, y solo participamos de ella cuando somos los monótonos alterados. En muchos disfrutes, participa el infantil hecho de sentirse niño.
agur

 
At 6:38 p. m., Blogger rasante said...

hermano lobo, que bueno verte por aquí. Hace tiempo que te esperaba...

 

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